Declarado Bien Cultural de Interés Nacional en 1963, el poblado o «castro visigodo» del Puig Rom de Roses, es uno de los poblados fortificados de esta época que mejor se conserva. Fecha entre los años 650-700, en el contexto histórico de final de la Hispania romana e inicio del dominio de los monarcas visigodos. En el interior del recinto hay un yacimiento arqueológico de gran importancia para el estudio de este periodo poco conocido de la historia de Roses y del conjunto del país.
Se trata de un recinto fortificado, de planta ovalada y rodeado por una muralla que resigue la cumbre del monte, con una altura máxima de unos cuatro metros y un grueso de unos dos metros. En el interior del recinto, las excavaciones han puesto al descubierto dos zonas de hábitat a ambos lados de la puerta. A ponente se distingue un grupo de 10 modestas construcciones adosadas a la muralla. Son habitáculos de reducidas dimensiones, de planta cuadrangular, delimitados por paredes construidas con piedras dispuestas en seco, con algunas hiladas en opus spicatum.

La muralla que delimita el poblado hace pensar que se trataba de un emplazamiento defensivo que protegía a una población que se había visto obligada a abandonar la llanura cercana al mar a consecuencia de los problemas de inestabilidad que se produjeron a finales del periodo romano. Esto es lo que se ha documentado al yacimiento de la Ciutadella, donde desaparecen las viviendas a principios del siglo VII. En el poblado visigodo del Puig Rom no hay indicios de un abandono repentino sino que se considera que el lugar deja de ser habitado por los cambios en los tipos de poblamiento que se producen, de forma generalizada, en el nordeste catalán a finales de los tiempos visigodos, con la reorganización del territorio por los monarcas carolingios. No obstante este carácter defensivo, el poblado no ha aportado restos de armas que hagan pensar en una ocupación militar. Todo apunta hacia una población de labradores, pescadores y artesanos, un lugar de hábitat con una actividad económica eminentemente agrícola, ganadera y de pesca. Así lo demuestran los enseres que se han recuperado durante las excavaciones.
Después de 68 años, el último año se han retomado las excavaciones arqueológicas en poblado del Puig Rom —se practicaron en 1917, 1946 y 1947— para conocer como vivía el pueblo que allí se asentó.
Han aparecido silos, piezas de cerámica y pequeños objetos de las viviendas. Los trabajos también han permitido recuperar un tramo más de muralla y una torre. Este verano los arqueólogos han localizado una entalla, se trata de un camafeo, una piedra cortada en bajorrelieve, que representa una liebre perseguida por un perro. La pieza, datada de la época romana, debía de formar parte de una joya, placa u otro ornamento personal, un elemento de valor que formaría parte de las pertenencias de alguno de los habitantes del poblado y que se habría utilizado hasta el siglo VII.
Las excavaciones e intervenciones en el Puig Rom empezaron en 1917 y las dirigió Joaquim Folch i Torres. Posteriormente, Pere de Palol también excavó en este lugar del 1946 al 1947. El año pasado, un equipo investigador formato por las doctoras Eva Subías y Anna Maria Puig, el doctor José Ignacio Fiz y la arqueóloga Dolors Codina, retomaron los trabajos en el marco de un proyecto de investigación de cuatro años de duración. Los terrenos son municipales y el proyecto lo encabeza la Universitat Rovira i Virgili.

El acceso al poblado visigodo es libre durante todo el año. Se puede ir en vehículo hasta muy cerca, y después hay que hacer una pequeña caminata. Se emplaza en la cumbre de un cerro, el Puig Rom o Puig de les Muralles, que se eleva unos 230 m sobre el nivel del mar. Desde arriba se puede disfrutar de una excelente vista panorámica sobre la bahía.

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